mercredi 13 mai 2009

Retirada

Cuando dicen que una retirada a tiempo es algo así como una victoria inteligente, ¿qué les queda a los tulipanes rojos de al lado de casa que empiezan a marchitar?...
Ya no tendrán tanto sentido las manillas de hierro fino del reloj de la pared del salón, cuando las agujas marquen las 3 de la mañana y el cuco salga a cantar el cuarto, el desesperante y odioso cuarto, pero un día echaremos de menos ese cuarto que hoy echamos de más...
Ya no haremos el amor para quedarnos ciegos ni saldremos a morir por cualquier callejuela de Madrid, del viejo Madrid...
Del final alternativo al punto y final y aparte, comenzando un nuevo párrafo de cambios en los otros corazones, de expectación en los brazos ajenos...
Observo un paréntesis necesario para mi escopeta que sangra sin cesar por los rincones de una fría ciudad...
Son los últimos días, por el momento, de los escritores de la nostalgia y de la lluvia que resbala por los paraguas en blanco y negro...

¡Hasta pronto a todos!

Se escapan...

Se escapan, como huyen los peces del anzuelo envenenado de promesas de libertad...
Se escapan, como los vivos que pasean con los muertos de este mundo...
Se escapan los días...
Se escapan, las piernas de mi cama y el recuerdo en tu almohada...
Se escapan, como la embriaguez trepa por mis venas en una noche sin Luna...
Se escapan, como las ovejas en el rebaño, como los pájaros en una bandada abarrotada...
Se escapan, como una gota de sudor por los brazos que invaden una espalda desnuda...
Se escapan, como los ríos que fluyen por mi mente...
Se escapan, como el sí quiero en una ceremonia blanca de un domingo matinal...
Se escapan, como el humo agotador de una barra de incienso que se consume...
Se escapan las letras del último capítulo del libro de ayer...
Se escapan, como las claves de sol discurren por una guitarra en el balcón de mi vecina la puta de arriba...
Se escapan, como el desconocido que persiguió la dulzura de mis labios...
Se escapan los escotes atractivos por las esquinas de los suburbios más altos...
Se escapan, como la carretera se aleja al contrapicado del retrovisor...
Se escapan, como cuando las miradas apuntan al techo en un golpe acalorado...
Se escapan, como la sangre se imagina corriendo por el ventrículo...
Se escapan, como la cerveza de la taberna al bigote, en una tarde andaluza...
"Se escapa el lector anónimo que se colaba por mi ventana. Se escapa..."

lundi 11 mai 2009

Número 20

Acostumbrados al paso de nuestros olores,
por la aduana de la caricia...
Detuvieron mi cuestión y no la tuya,
hablaron con mi lengua en un cuarto dormido sin ventanas...
Agitaron las letras en mi frente,
y confesé mi delito...
Sin franqueza, indirecta, con la prosa enmascarada,
y el verso disfrazado, con trampa y con cartón también,
Mi delito en las últimas tardes con Virginia, fue quererte, de una forma dolorosa, lo sé...
Haciéndote una grieta agridulce en el pecho, perdoname...

vendredi 8 mai 2009

Hoy...

Hoy...

Se lo debía todo y todo le hubiera dado sin pedir nada a cambio,

añoraba el filo resquicio de calor que le proporcionaba la puerta abierta de atrás de la buhardilla,

por donde solía trepar en las madrugadas menos frías, dejando su cabello al viento, oliendo la pradera verde y saboreando su color de primavera...

Corría hacia su portal,

como un gato en celo sediento de presa que cazar,

jugando con esmero sus ases finales,

como fluía el amor en el punto de inflexión del eterno gráfico de una historia a medio empezar...

Los días siguientes aparecen como relámpagos en el cielo,

como inconstantes hormigas buscando alimento,

como aburridos torsos frotándose bajo la ducha...

El año terminaba en los cuencos de su voz,

en el regocijo ya no encuentro la mirada clavada,

hoy sin exceso de oscuridad, sin copas, sin melancolía,

emerge en la tela del subconsciente los brazos alzados de la independencia...

Hoy...

mercredi 6 mai 2009

Hacia el este

Salí de la mansión como una flecha en llamas, con todo el fuelle al rojo vivo, sin lugar ni dirección concreta, sin rumbo, pero con todas mis energías reunidas en correr hacia el este...
Baje por el pasillo tenebroso que unía la habitación de Carmen con la salida al jardín casi a trompicones, apartando los cachivaches de plástico que encontraba a mi paso, y tentando a la suerte ante una posible caída con la alfombra azulada que tapaba el polvo y la hermosa madera de nogal que envestía los viejos escalones de la escalera del pasillo...
Atravesé el enorme jardín hasta llegar a la verja de la puerta de la entrada principal y avancé sin a penas alzar la vista atrás, pero si desviando algunas miradas de reojo a los frondosos fresnos que tantas veces me habían deslumbrado con su color verde aceituna con brillo de matar; dejé atrás los robles envidiosos, que se quejaban y me gritaban, que este año aún no habían florecido lo suficiente y tenían que soportar grandes retamas que se apropiaban de la humedad de las lluvias de los últimos meses primaverales...
Al llegar a la verja roja, la abrí con cuidado de no forzarla; aún así, me respondió un rechinchinar oxidado fruto del paso de los años sin la mirada atenta de ninguno de los huéspedes que la mansión albergaba...
Dejando atrás la colina espía de la tarde empañada por las dudas, tome el primer autobús hasta la última parada, cerca de la Rua Das Postas...
Allí conocí a Bea...
Sólo eran las cinco de la tarde, cuando aquella figura desconcertante apareció como una bruma misteriosa en unos gramos de niebla concentrada, con un peculiar olor a café. Su curiosa extravagancia y sus movimientos nerviosos y alterados me resultaban intrigantes y envolventes, aunque no era el tipo de chica que sexualmente me vuelve loca...
Tenía una nariz grande y los ojos verdes achinados, tanto, que me costaba dilucidar su color. Con profundas arrugas en la frente y un pelo rizado tremendamente enredado que le llegaba a la altura de la cintura, llevaba un vestido ceñido con enormes flores amarillas sobre líneas intermitentes negras y verdes, que le hacían una forma redonda terriblemente hortera, en combinación con unos zapatos de charol rojo y tacón alto...
Me invitó a un cigarrillo y me dio su número de teléfono...
Tres días después me mude a vivir al apartamento de Bea. Ella vivía en la avenida Pourcount, en un tercero sin ascensor, maloliente, siempre con algún extraño animal en el rellano y unas vistas impresionantes a un patio interior colonizado por las sábanas blancas de sus vecinas y alguna que otra prenda de ropa interior de la talla 44, al estilo años 50...
Bea tenía un colchón en el suelo con mantas ennegrecidas del uso continuo y un montón de objetos inservibles que había comprado en los bazares de la ciudad por cuatro duros, sobre la mesa que dormitaba al ras de la única ventana de su apartamento...
Con poca luz, nos convertimos en pincel y literatura, dos bohemios, parlantes compañeros de las antiguas calles de Lisboa...

mardi 5 mai 2009

Confesiones parte uno

Durante aquella etapa, Marcos recordaba tan sólo como tomaba su pluma tallada en ébano y salía a pasear por el monte Creism cercano al lago. También llevaba su cámara encima por si hacía alguna fotografía que inmortalizase aquellos momentos de soledad y reflexión.
Allá por donde pisaba encontraba muchas conversaciones con personajes anónimos de la senda matutina de las verdes explanadas que se extendían alrededor del lago.
Devoraba los transeúntes diversos con historietas de la vida, construidas a base del pasado añorado y del presente soñado.
Moría de ganas de volver al sol del verano, y poder marcharse lejos del lago.
El tiempo transcurría cada vez más intenso y los hombres y las mujeres de Creism pasaban los días y las noches sin saborear el jugo de una historia novedosa, que pasaba ante sus nervios ópticos sin más.
Ensimismados en las tareas diarias de la dura rutina, Marcos miraba muchas muchachas a las que posiblemente pudiese amar, al menos por una noche; se cruzaban por las calles en direcciones opuestas, se miraban en autobuses contiguos o salían de los vagones del metro cuando él entraba, se cerraban las puertas y se quedaban mirando mientras él se alejaba dentro de un rectángulo metálico impulsado por un hilo de electricidad a la nada de la siguiente parada.
Entonces, llego Marina. Marina era espectacular, risueña y soñadora, idealista, princesa sin zapatos de tacón, con largo cabello rubio platino y ojos azules enormes, con la piel más suave que había tocado jamás y el sexo más dulce de su vida.
Tú ser me sabe a miel- le susurraba Marcos, en una de tantas noches en vela.
Una noche Marcos y Marina salieron a dar un paseo por los bares del pueblo más cercano a Creism. Bebieron en el bar de las almas perdidas y acabaron en el rincón del no sabemos donde estamos. Aquélla madrugada, los dos amantes se contemplaban el uno al otro sin mediar palabra. De una forma muy especial, Marina tomo las manos de Marcos con la delicadeza que la vestía siempre y las acerco a su mejilla, por donde resbalaba la que sería la última lágrima de este adiós.
Sin empañar las palabras ni darle un verso complicado, con una prosa triste, tardía, sincera y silenciosa, retiró sus manos, dió media vuelta y comenzó su huida...
Nunca volví a verla- me explicaba Marcos, entre lágrimas.