Acostumbrados al paso de nuestros olores,
por la aduana de la caricia...
Detuvieron mi cuestión y no la tuya,
hablaron con mi lengua en un cuarto dormido sin ventanas...
Agitaron las letras en mi frente,
y confesé mi delito...
Sin franqueza, indirecta, con la prosa enmascarada,
y el verso disfrazado, con trampa y con cartón también,
Mi delito en las últimas tardes con Virginia, fue quererte, de una forma dolorosa, lo sé...
Haciéndote una grieta agridulce en el pecho, perdoname...
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