jeudi 20 août 2009

Relatos

La luz roja parpadeante atravesaba las cortinas de seda asalmonadas que colgaban suspendidas intermitentemente temblorosas imitando los movimientos sublimes de una bailarina con caché, de una habitación empobrecida con vistas a las desconocidas playas negruzcas del norte de Lanzarote...
La lectura al borde del impetuoso borde de la cama azul, apasionada y sin sosiego ni respiro entre líneas ni puntos ni aparte, ni páginas en blanco que anunciaban el final de un capítulo, aquélla historia penetraba con puntas de cristal el alma de todos los rasgados que decidieran darse un paseo entre sus plácidos recobecos...
Carmen abrió un paquete de galletas, pensando para sus adentros en las eternas contradicciones de su vital existencia, corta y permanente, interdependiente como las fuerzas opuestas que se atraen y se necesitan para vivir, como lo masculino necesita de lo femenino, como cobra significado la palabra viceversa...
Vacilando, dejo las gafas sobre la cama, paso sus manos sobre las tapas oscuras del libro, recordó un noviembre no muy amargo y el castaño de al lado de la casa de su madre, recito susurrando al airecillo que se colaba por la ventana unos versos copiados de un viejo poema de Benedetti, escucho las notas intensas, agudas y emocionalmente compuestas que se dibujaban por todos los rincones de la habitación, y volvió la inspiración, como vuelve el vapor que empaña los espejos del cuarto de baño, como vuelve la cucharilla a la taza del café, como vuelven los pájaros a anidar...
Carmen tomó su pluma de ébano del otro lado de la cama y comenzó a escribir su relato, imitando con su prosa las paredes de su cárcel...

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