mercredi 22 octobre 2008

El niño del autobús

6:30 de la mañana.
Como siempre, y a trompicones, dentro de tu cerebro se activa una lucecilla verde, o roja, o azul... o quien sabe de que color cuando el que lo percibe es una estructura tan compleja que, siguiendo con la relatividad de la vida humana, se resume a un pliego del tamaño de un papel de servilleta...
Camino a caminito, el pasillo está helado, la sensación rugosa y cálida de los calcetines del día anterior es ligeramente placentera; abres los ojos, los cierras, no te lo puedes creer, un chorro de agua fría, jabón, algo de ropa y vuelta a empezar con la vorágine diaria de nuestra apasionada rutina llamada... ¿vida?...
Hoy es miércoles. Hace frío, el día es lluvioso. Hoy es el típico día de esos en que las hojas amarillentas de los árboles se desprenden y bailan a tu paso, con un airecillo más gélido de lo normal...
Como cada miércoles, me pregunto - ¿Perderé el tren?- y vagamente mi cerebro activa una zona extraña, inhibe otra y se produce una cosa que en el mundo de los humanos conocemos como imaginación... Comienza aquí la terrible lluvia de ideas de como sería si perdiese el tren porque una lluvia extremadamente torrencial me arrojase por un río que inunda la ciudad y llegase a otro lugar, o tal vez por el oscuro camino que une mi casa con la estación tropezase con un misterioso individuo que resultase ser un mago y ... y entonces... y ...
Es el momento entonces de dejar al sistema actúar, y ver que el tren llega en 3 minutos...
Una hora con la mente en blanco, café, periódico y laboratorio.
Pero hoy un pequeño hecho desligo está rutina y desvió las miradas adormiladas hacia el niño del traje verde.
- Mamá, me estoy mojando- gritaba el niño enérgicamente, mientras mantenía su paraguas cerrado.
En una de sus minúsculas manos sujeta un paraguas de tela verde, en la otra una especie de bolsa, probablemente con libros, bocadillos, cómics, cromos... y un sin fin de artilugios que sólo los niños pueden entender, porque algunos de nosotros hemos perdido ese mundo mágico... Otros, por el contrario, siguen teniendo un niño en su interior...
Con un frío abrigo verde, pantalones grises de colegio privado y zapatos negros muy cerrados, con su hermosa expresión desenfadada y alegre, flaquito, flaquito y enormes ojos marrones, esperaba el autobús con su madre, de la cual no podré hablar, pues se perdía entre la muchedumbre...
Ahora recuerdo mi cámara de fotos y pienso como sería la foto que le haría; es precioso su rostro, inocente, feliz, con una pequeñita nariz, en fin, este niño es libre...

2 commentaires:

India a dit…

y yo me pregunto...ya no seremos libres nunca mas? seré capaz de despojarme de mi abulica rutina y encontrar en vez niños con abrigos verdes, esa parte de mi, que me haga sentir...algo..
simplemente.

Anonyme a dit…

Por supuesto pequeña...