Sin pudor, sonaba incansable, se repetía una y otra vez...
...Unos ojos que se abren, parpadean, hay mucha luminosidad.
-Sí, era una mañana muy clara, pensó- probablemente estuviese lloviendo, y hacía frío ahí fuera...En ese momento la mirada se perdió entre los tonos verdosos de unas cortinillas titubeantes y recordó como eran las gotitas transparentes que se estampaban contra ella, tras el cristal, trataban de acecharla pero nunca la alcanzaban. Primero caían con un duro golpe sobre el cristal, para luego derramarse poco a poco, lentamente, como si sintiesen el tiempo en su uniforme círculo de extraño material. Con algunas letras invadiendole en el cerebro a través de oídos ansiosos, pasaba parte de su trayecto, imaginando como sería el día en que dejara está ciudad...
...De pronto, un estruendo en la habitación hizó que abandonará las gotas transparentes y volviera a aquel cálido lugar...Volvió la vista al reloj, las 6 de la tarde... había estado soñando otra vez...
Como muchos domingos, Martina decidió ir al cine. Era un domingo cualquiera en un mes cualquiera, aunque algo más triste que el mes anterior; el otoño era una época de nostalgía y poesía, muy fría en esta pequeña calle del centro de Madrid. Normalmente, se desperataba a las 10 de la mañana, disfrutaba enormemente de una taza de té de malvas de la tienda de abajo, ardiendo, dejando escapar un halo de vapor, disipando un humo cálido que se flotaba entre sus labios, susurrando que era hora de volver al papel en blanco y...escribirte una dulce poesía que leyó en su libro de Benedetti, que dice así:
Para vos no es novedad
que el mundo os ama de veras
pero no olvidéis nunca
que yo siempre os amaré
un poquito más que el mundo.
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