mardi 17 février 2009

Caóticos...

Y con todo te cuento, querido y amante amortajado lector, que todos mis sentidos se centraban en su voz, vocecilla estrecha, limitada y reducida, que entre salía de las líneas irregulares de la comisura de su boca, en el letargo de su adormilada expresión, en la pureza de sus breves comentarios...

Angelical, inocente, ingenioso, algo abstracto pero verdadero, íntegro e irreprochable, era el lametazo del ajeno, intruso curioso extravagante que por allí paseaba embriagando el epicentro de las vísceras más sensibles de desconocidas señoritas con tacones...

Eran las primeras luces del crepúsculo matutino cuando contó arrogante su historia, y tras un despertar un tanto agridulce y una apuntada atención sin discreción, rememoró por fin el combate de la noche anterior, la batalla de las sombras de la noche...

Con especial astucia disfrazada de sana cautela, tomo del bolsillo izquierdo de su cazadora de piel, el librillo que le acompañaba a cada lugar y comenzó a recitar la poesía de la última página, la del final, la que tanto le gustaba...


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