Al fondo una lluvia de ruidos inconfundibles desafinaban con el torno de una cafetera a todo gas y se entremezclaban con la locutora de radio Castilla anunciando el fuerte temporal que azotaba, una vez más, en este crudo invierno.
- Estamos en el punto álgido de la vida de esta cafetera, son las 7 de la mañana... - pensó en voz alta.
La barra de madera color carbón estaba abarrotada de ansiosas manos vacías con hambrientos cerebros a punto de despertar en medio de un apagado miércoles rutinario de un mes frío en un año no tan frío...
Tres, dos, uno... Se escuchan gritos alocados desde el otro lado de la barra, se trata de la mujer que ha puesto en conexión sus adormiladas neuronas y exige otro de azúcar para su amarga bebida. Viste blusa rosada con dorados botones y una insinuante falda azul que deja ver la madurez de sus caderas. Sobre sus talones, unos ruiseñores zapatos de charol que no dejan lugar a dudas de la presencia de esta mujer en la esquina del bar.
De nuevo, el flujo de clientes que entra y sale del habitáculo no deja respiro al hombrecillo flacucho que despacha sin pudor, a diestro y siniestro, escondido a medias tras su único escudo de protección frente a todas estas máscaras que desean llenar de felicidad sus inconplacidos estómagos...
De café con leche y doble de sacarina iba la historia cuando apareció una triste sombra a la vera de Margot. Ensimismada en pensamientos elocuentemente aleatorios, propios y frutos del azar de unas letras impresas en páginas en blanco y negro, se sobresaltó y derramó unas gotas de café sobre su no tan cuidada vestimenta blanco deslumbrante.
Era el desconocido con sombrero y sin tacón que la noche anterior desprendía sin temor sus brazos entre la niebla de sus sábanas mojadas en habitaciones dispares...
Margot, que permanecía atontada ante la sorpresa que se había llevado escucho con atención las palabras de aquéllos labios de cereza que tanto le habían hecho sentir aquél calor...
- Ven, siéntate un rato y tomemos un café a solas, tú y yo... - murmuró el hombre del sombrero.
- Quizá haya algo que pueda contarte, que tú no sepas...- continuó el hombre del sombrero.
Un minuto después, Margot se inclino y pensó:
..."¿Nos conocemos?"...
Tras unos segundos de personal reflexión, se dijo a sí misma recordando las letras de la canción que resonaban en su cabeza a modo de recuerdo de lo que fueron las manos del hombre del sombrero la noche anterior...
"En una habitación con vistas, con una desconocida, te conocí, en mi búsqueda de la felicidad, me vio interrumpida por la metafísica. Escribí sobre ti desde hace mucho, incluso antes de conocerte. Y si no te veo aquí, te veré en mis sueños..."
- Vamos a volar alto, a largarnos muy lejos... - dijo susurrando el hombre del sombrero mientras clavaba sus manos sobre su pecho embotellado en una tela azul añil aterciopelada...
2 commentaires:
que desconcertante...no se si lo entiendo...a lo mejor es así de caotico....
Desconcertante como los sueños en si mismos... como las letras de las canciones que con los años apredemos a comprender y valorar... como la vida misma que nos atraviesa día a día, minuto a minuto enseñandonos a... a unir los hilos en medio del caos.
Yo creo que lo has entendido, y muy bien...
Un beso enorme amor.
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