Serpenteaba por allí el retumbar de los tambores como las flores de anaranjada henna sobre los brazos de las mujeres de tez oscura de la plaza, con enormes ojos saltones e intrigantes figuras escondidas tras máscaras de seda de colores y mantos negros de hermosos bordados en dorado.
Pasaban las siete en el reloj cuando ya estaba huyendo la tarde sobre el lavadero del río, donde tantos soles había compartido allí en su niñez con las compañeras de alcoba, recogiendo las más preciosas margaritas de amarillo iluminador para sus cuellos lisos y finos.
Saltaban al vuelo los insectos de la plaza deambulantes, exquisitos y sedientos de vender al mejor postor, por un precio justo, los mejores dulces recién hechos por las manos curtidas del sabio del norte, recubiertos de fina capa de almendra crujiente y envueltos en chocolate con azúcar glasé, apartando todas las miradas de desdén hacia la suculenta bandeja.
Despertaban los azulones, tonos añil oscuro, claro y claroscuro, llamando a la puerta de su vecino el blanco, impoluto, cual resultaba la combinación tan perfecta, que fueron a llamar a la discordia al verde de las montañas, impetuosas, para no dañar la perplejidad de las retinas de los viandantes.
Se iba por fin el Dios Sol, y se silencia el ritmo en las calles de esta antigua ciudad. Las manos agitadas parecen detenerse, los pasos de los burros que salen del mercado sin materias que ofrecer simulan moverse hacía atrás, se paran, se ralentizan, se congelan los dedos del cocinero de couscous de la plaza de Chaouen.
El murmullo del agua entre las viejas piedras de la montaña, mezquitas centenarias, gentes abriendo las puertas de sus casas, un paraíso perdido, bazares, ventanas enrejadas albergan sonrisas y talleres de artesanía, corre la plata y las sandalias de cuero por sus callejones escurridizos, alfombras y tapices conviviendo con jerseys de lana de oveja...
Resuenan los escalofríos de las campanas del buen gusto por las cosas bien hechas, la hospitalidad, el aprecio y las mentes abiertas dan conversaciones sobre la arena de las dunas del desierto, en la ausencia de las almas más valoradas y queridas, se llenan aquí los corazones de buenos sentimientos y vida acaramelada.
El otro lado del tiempo, la cara y la cruz de un pueblo alarmantemente especial, el sabor de sus gentes, el olor de sus calles, la expresión de sus almas en sus ojos, sus sonrisas levitando y agonizando un resquicio de algo de otros, la necesidad, el atraso, el ritmo de los bereberes, el cultivo por la salud y la naturaleza, la menta fresca de los tés, el adornado estilo mudéjar, las flautas que se pierden en la noche y el compás de las chilabas y caftanes.
Encantadores de serpientes, especias y tintes al cuero, telares mano a mano y talleres para novias, miel y otros mejunjes para aliviar tensiones, es el instante que se detiene en el laberinto de ambiente medieval de Fez, por el que mis pupilas buscaban encontrarse con las tuyas, la ciudad del mundo árabe del ayer y del hoy.
Una mezcla mágica de caracteres hay sin duda en Marruecos, es el primer día o el último...
Una maravillosa experiencia cultural y espiritual gira en torno a este país, recomendable para todos aquéllos que sepan abandonar sus prejuicios y ser libres aquí, allí, allá...
El murmullo del agua entre las viejas piedras de la montaña, mezquitas centenarias, gentes abriendo las puertas de sus casas, un paraíso perdido, bazares, ventanas enrejadas albergan sonrisas y talleres de artesanía, corre la plata y las sandalias de cuero por sus callejones escurridizos, alfombras y tapices conviviendo con jerseys de lana de oveja...
"Nosotros tenemos el tiempo. Vosotros el reloj"
Resuenan los escalofríos de las campanas del buen gusto por las cosas bien hechas, la hospitalidad, el aprecio y las mentes abiertas dan conversaciones sobre la arena de las dunas del desierto, en la ausencia de las almas más valoradas y queridas, se llenan aquí los corazones de buenos sentimientos y vida acaramelada.
El otro lado del tiempo, la cara y la cruz de un pueblo alarmantemente especial, el sabor de sus gentes, el olor de sus calles, la expresión de sus almas en sus ojos, sus sonrisas levitando y agonizando un resquicio de algo de otros, la necesidad, el atraso, el ritmo de los bereberes, el cultivo por la salud y la naturaleza, la menta fresca de los tés, el adornado estilo mudéjar, las flautas que se pierden en la noche y el compás de las chilabas y caftanes.
Encantadores de serpientes, especias y tintes al cuero, telares mano a mano y talleres para novias, miel y otros mejunjes para aliviar tensiones, es el instante que se detiene en el laberinto de ambiente medieval de Fez, por el que mis pupilas buscaban encontrarse con las tuyas, la ciudad del mundo árabe del ayer y del hoy.
Una mezcla mágica de caracteres hay sin duda en Marruecos, es el primer día o el último...
Una maravillosa experiencia cultural y espiritual gira en torno a este país, recomendable para todos aquéllos que sepan abandonar sus prejuicios y ser libres aquí, allí, allá...
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