Los momentos se componen de instantes insólitos como éste:
El rostro de la Madrugada
El rostro de la Madrugada
Los instantes siempre tienen un mar en cada ojo ex miedoso, el antídoto contra cualquier rutina con ojeras, contra cualquier extraño ruido que desencamine las buenas almas. Y en cada palmo del rostro se refleja la constancia de su ser más perfectamente interno y escondido, que surgió y resurgió en aquéllos momentos, en aquéllos instantes, donde su expresión pedía el mundo por un lado, por otro, provocaba obesidad de deseo en su sistema nervioso...
La punta de sus labios amantes del picante de mi pecho, comprometía a su marcapasos, que un, dos, tres, daba pasos atropellados mientras, en ese momento, de ese instante, por los ojos, de ese rostro, grababa esa imagen, tan dulce, tan repentina, tan llena...
Y su retina cogía sin querer evitarlo sus curvas, derrochadoras de sonrisas que complacen, entraban por vía neuronal al precepto de su memoria de romántico enamorado empedernido, almacenando archivos de locura y otros lujuriosos fuera de contexto, adormeciendo sus extremidades que posadas sobre el taburete disfrutaban del festín ocular, centrando sus impulsos en su miembro inferior hacia el lado, ¿izquierdo?, agotando los susurros de vocablos que calientan en un, dos, tres, hasta los hielos de tu copa de Whisky...
Esclavos del mejor vicio nocturno, amante de tus huesos y compañeros de sentimientos, casi en ningún lugar,
aquel momento,
aquel instante,
aquel rostro,
existió, casi, por segundos, su expresión, invariable, franqueable, francamente desnuda, emocionada, casi boquiabierta, magnífica, tremendamente sorprendido, maravilloso, impermutable, exhausto, boceto honesto de su mente, corazón ardiente, felizmente loco...
...su rostro, que parecía haber puesto el piloto automático al resto de mortales...
Para E, de Estrellas en S, de Salamanca...
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