Días azules

Tal vez al otro lado de la latitud terrestre exista alguien que esté observando las caras adormiladas de los viajeros de un lunes azul; tal vez, no muy lejos de este lugar, a 50 ó 75 kilómetros exista una persona que en este momento esté caminando por un bosque explorando, buscando cachibaches, topandose con piedras de colores y deseando encontrar las pepitas de oro para las que se dispuso a salir; tal vez anoche soñé con aquél momento dulce en el que las manos se entrecruzaban con miedo, con ojos que miran por el rabillo, sin que nadie les vea; tal vez...

Pero hoy las farolas alumbran carreteras solitarias, envueltas en montañas quietas, desnudas acariciadas por los rayos de sol, leves y humildes, en sus espaldas solitarias.
Hoy las callejuelas no se abrillantan con el paso de los charcos mojados, con los vientos fríos del invierno que acecha, no se visten con las hojas amarillentas que se despojan de sus árboles, verdes, amarillos, algunos rojizos...
Hoy las fachadas se ríen, están charlando con sus vecinas de enfrente y salen a mercadillos mundanos llenos de pepinos, tomates, ropajes y rimbimbeantes cosas que observan estupefacteas de sus usos y desusos...

Tal vez en el otro lado del globo existan dos niños que estén proyectando su luz en soledad, con una linterna que cogieron de la vieja estantería de las herramientas que ya nadie utiliza, intentando disipar sus pensamientos amargos, dos corazones sin enfermedad, y tratando de encauzar sus imaginaciones hacía quien sabe que cuentos, que historias, cosas de niños... como Amèlie y el chico del fotomatón.

Pero hoy las miradas escóndidas tras las hojas de periódicos gratuitos se tornaban alegres, las bufandas de colores arayados se guardaban peleantes en bolsos, en cajones, en el olvido; hoy, las botas de la lluvia se quedaron durmiendo en el armario mientras salían a pasear los ojos ocultos tras cristales de sol.

Hoy hace un día azul, ¿Salimos a pasear?