Era una tarde calurosa, de mediados del mes de junio, cuando iba a salir de casa y, de repente, ding dong, sonó el timbre...
... ¿Quién será?- me pregunté, pues hoy no esperaba a nadie.
Me acerqué a la puerta con curiosidad, entorné el pomo, y la puerta cedió. Al otro lado, me encontré una bonita sorpresa: mi amiga Silvia, había venido a verme con un regalo; entre sus manos y un fular de color negro sostenía un pequeñito gatito de pelo negro con ojillos verdes amarillentos entreabiertos gritando a la nada ¡miau miau!, miraba a los brazos que peleaban por acogerla con recelo y desconfianza, fruncía el ceño pero pronto se calmaba y se resignaba...
...La cogí entre mis manos como quién sostiene un tesoro y la observe, era preciosa y suave, como un ovillo de lana recién sacado de su envoltorio. Recuerdo que la puse en el suelo del pasillo para que caminase un poco y se le hiciese un poco cercano el entorno al que había llegado y el que sería su nuevo hogar.
Ponía un tanto asustada una patita delante de la otra, caminaba en círculos girando a sí misma, desconcertada, como si no supiese elegir un camino. Curiosa, pronto empezó a olisquear todo lo que encontraba a su paso: las ruedecillas de la bicicleta de Cris, los cartones amontonados sobre el suelo, una nevera esperando a ser limpiada, alguna que otra de mis camisetas de esas que me quitaba un sábado a las 7 de la mañana, la alfombrilla de la entrada y alguna que otra cosa que estaría por allí...
Pronto le pusimos su cuenco de agua y ansiada comida y como todo buen felino bebía insaciable y comía hasta no dejar ningún resto a su paso. Los pequeños colmillos y sus enormes uñas crecían cada día, sin darnos cuenta, la pequeña bola negra se convirtió en una barriguita graciosa, saltarina y perseguidora de piernas caminantes por la casa. Le encantaban las bolsas de plástico, el carrito de las verduras, salir a investigar al armario del salón, las cuerdas pendulantes del techo, los muñecos de espuma, el monstruo de las galletas, sus amigos de la ventana, la naricilla de Cristian, jugar a cualquier hora, dormir en tu lado de la almohada y espanzurrarse en el suelo del salón...
...Hoy, hoy es un frío martes de noviembre, ha pasado el tiempo y no en vano; los relojes blandos, los de arena, los de pulsera y los que colgamos en las paredes dictan, sin pudores, el tiempo que nos acontece. Ayer recordé algo que un día un gran amigo me dijo:
"¿Se puede captar el alma de un ser vivo?"
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