Mañana me marchare a otra ciudad

Respiro,

profundamente,

hondo y...

cierro los ojos,

fuertemente...

Estoy tumbada sobre mi cama con manta roja, y almohadas a juego, sobre un corazón de suave tacto rojizo. Estoy en mi habitación escuchando música, relajada, hay un ambiente perfecto con algunas velas, el aroma del incienso flotando entre las cartas que me has escrito y mis manos en la cabeza, acariciando una melena que cae por una espalda. Ahora puedo sentir que estoy allí...

Street of Philadelphia, de Bruce Springsteen, recorre la habitación, se resbala entre los párpados de estas azuladas paredes y se cuela entre mis pensamientos y algunos recuerdos. Ahora estoy allí sentada, es Julio y hace calorcito. Respiro aquel airecillo mientras saboreo un cremoso helado de turrón dejando correr el reloj...

No se cuánto tiempo llevo aquí, deben de ser las 7 de la tarde, o las 12 de la mañana. Conmigo viajan un bloc casi a terminar, algunos lápices y bolígrafos de colores, un melocotón de piel suave anaranjada, una cámara de fotos y algunas cosas más de menor importancia...

Un paseante se ha sentado a mi lado sin dejar de ojear su periódico con entusiasmo; algo le llama la atención a este joven desconocido y levanta la vista para observar el resto del círculo de anónimos compañeros. Lleva puestas unas enormes gafas de pasta negra, con forma ovalada que le sientan muy bien a su rostro alargado y entran en contraste con su tez pálida. Su chaqueta gris de pana tiene unos amplios bolsillos donde llevará probablemente las llaves de su casa, el teléfono para llamar a su amiga Bety y algunas servilletas de cafetería donde anotar cosas que se le antojen, por ejemplo...

Me levanto y comienzo a caminar. Es tarde, quiero volver al barrio a tomar un café. Para los adictos al café y a la escritura, esta es una ciudad impecable. Vuelvo a respirar hondo y abro los ojos, he vuelto, ya no estoy allí, pero fui capaz de recordarlo y sentirlo de nuevo, y pronto nos encontraremos, tal vez, quien sabe...